El plástico ha inundado nuestra vida diaria. En tan solo unas décadas ha pasado a ser omnipresente en todo tipo de objetos y materiales por sus características (flexibilidad, durabilidad ligereza y bajo precio)
Se desconoce la cantidad exacta de plásticos en los mares, pero se estiman unos 5-50 billones de fragmentos, sin incluir los trozos que hay en el fondo marino o en las playas.
Como consecuencia de una mala gestión de los residuos o de su abandono, unos 8 millones de toneladas de plásticos acaban en los mares y océanos anualmente, formando el 60-80% de la basura marina, en su mayoría en forma de microplásticos (fragmentos inferiores a 5 mm).
Existen muchos tipos de plásticos, aunque el mercado está dominado por cuatro tipos principales:
- Polietileno (PE) (ej: bolsas plásticas, láminas y películas, contenedores (incluyendo botellas), microesferas de cosméticos y productos abrasivos)
- Polyester (PET) (ej: botellas, envases, prendas de ropa, películas de rayos X, etc.)
- Polipropileno (PP) (ej: electrodomésticos, muebles de jardín, componentes de vehículos, etc.);
- Cloruro de polivinilo (PVC) (ej: tuberías y accesorios, válvulas, ventanas, etc.).
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¿Los más afectados?
Si, los animales del océano, aunque el científico estadounidense Matthew Savoca, asegura que «Las aves marinas y los peces no son estúpidos» y suelen saber que comen también destaca que el problema no es de los animales.
Uno de los principales motivos por el que tantas especies lo consumen es que para esas especies el plástico huele exactamente igual que muchos de sus alimentos.
Una de las claves es que el plástico que flota en el océano «se va recubriendo de una capa de algas y otros organismos que emiten un olor atractivo para ciertas especies marinas», dice.
Según Savoca, «cuando las algas son comidas por un tipo de crustáceo llamado kril, liberan dimetil sulfato», un compuesto químico que da a las algas un olor característico. Y ese olor sulfuroso confunde a las aves marinas que se alimentan de kril.
Sin embargo, no solo el olor es el culpable de que los animales lo consuman, en algunos casos acaban ingiriéndolo simplemente porque es abundante.
En el caso de las tortugas marinas, la visión es crucial ya que dependen fundamentalmente de este sentido para identificar alimentos. Qamar Schuyler, de la Universidad de Queensland en Australia, modeló la visión de las tortugas para comprender cómo ven el plástico y también examinó el contenido del estómago de tortugas muertas.
Su conclusión es que mientras las tortugas jóvenes no parecen discriminar demasiado, las de más edad prefieren el plástico suave y transparente.
Con información de Greenpeace
